Un miércoles o un viernes por la tarde cualquiera, durante el ciclo lectivo, el local de la editorial de la UNT (Edunt) es una casa tomada por chicos de entre siete y 17 años que se han sumergido con espíritu juguetón en la fiesta de la lectura. Pero más en la de la escritura. En eso coinciden Ana García Guerrero y Emiliano Ceridono cuando describen el clima que se respira en los talleres creativos del grupo Mandrágora, que han cerrado el 2018 con un libro de autoría colectiva: “Memorias en proa”. Historias de piratas, de sirenas que juegan con cangrejos y que se vuelven humanas; de villanos y de tesoros escondidos, creados por 40 autores de entre 7 y 17 años.
Ana y Emiliano son los coordinadores de Mandrágora, que en 20 años ha circulado por hospitales, centros de adultos mayores, los hogares Eva Perón, Santa Rita, Casa Cuna, escuelas de montaña, comedores, el Virla, la escuela Sarmiento... Como dice “Mimí” García Guerrero de esta experiencia cuyo germen fue la cátedra de Literatura infanto-juvenil de la facultad de Filosofía y Letras de la UNT: “abarcamos todos los puntos cardinales porque creemos que la literatura es importante en la vida de las personas, un gran espacio donde hacer pie para entender este loco mundo”.
La charla con Mimí y con Emiliano (22 años, este último, estudiante de Ingeniería y lector apasionado) transcurre en el bar de San Martín y Junín en el que -quién sabe- todavía andarán rondando los espíritus lectores de los parroquianos del viejo bar La Cosechera. La excusa para el encuentro es “Memorias en proa”, el libro del que ellos son compiladores, con prólogos de Sebastián Fernández y Santiago Garmendia, y en el que escriben los talleristas de Mandrágora. Y de eso se hablará; de cómo un taller de lectura y de escritura puede ser un espacio de libertad para todas las edades.
“Leer y escribir está atravesado por el aprendizaje en la escuela y por lo tanto viene en el pack de consigna –prueba y evaluación. También para los talleristas es una gran tarea mostrar, armar juntos el lugar de los permitidos. Escribir sin renglones, tachar, dibujar como forma de escritura, no hacerlo, escribir en el piso, mientras comemos, en la escalera, sin tiempo, cambiar de color, despreocuparnos por la ortografía….ya la escuela se ocupará de eso”, coinciden. “Los chicos escriben en general en primera persona y son siempre protagonistas, todo les pasa a ellos. Saben ocultar, esquivar, poner en la hoja su propio juego de metáforas. Necesitan una guía, claro. Para eso estamos…innumerables juegos de escritura, escrituras colectivas, intercambio de hojas, de voces. Estrategias de taller. A veces hay grandes fracasos en el plan de un día, para eso tenemos plan b, c, d y así”, afirma Mimí.
- ¿Qué escriben los chicos?
- Generalmente, enojo; muy pocas veces amor, el amor será de los otros, avergüenza. Las escrituras cambian con cada grupo. Los cambios hoy son rápidos, la tecnología incorpora sus signos y aparecen las estéticas y el lenguaje de la Play.
- ¿Cómo hacerlos entrar en las lecturas?
- Una gran colección de experiencias, destrezas, algunas sabidurías, no abrumar, no invadir, mezclar textos, un film corto, un video, mostrarles cómo dice el narrador eso de esa manera y no de otra; dejar la lectura en el punto exacto.
- Me decían que ellos piden los títulos que circulan “en el mercado”.
- Pasamos horas pensando el taller de una tarde. Eligiendo. Lo que circula en el mercado está bien. No podemos ignorar a Rowling y al maravilloso Harry Potter aunque no es cierto que todos lo hayan leído. Han visto los filmes, y también eso está bueno, pero la relación con la palabra es intransferible. Por eso existen los talleres literarios, los chicos se vuelven lectores allí. Necesitan por eso de otro lector que dé las señales, que sepa cómo es eso de suspender la realidad, entrar y salir de la ficción. Igual que jugar. También se suspende la realidad cuando se juega. Pueden fascinarse con una historia de vampiros de un libro que acompaña a un suplemento de diario….la traen al taller, leemos eso y está bien, funcionó como puerta. El terror siempre es una buena elección. Si ese texto funcionó, bien; subiremos la apuesta y el próximo será tal vez, Ricardo Mariño hablándonos de poseídos. Es que una buena historia no se olvida cuando se ha cerrado el libro, nos quedamos en silencio, escuchando alguna canción interior y nos tomamos el tiempo para salir de la ficción…es un gran momento.
Los talleres
Gente rara que conoce historias y sabe contarlas y leerlas
“Hay muchos talleres literarios en la provincia y muy buenos. Los que están para mostrar cómo es esto de andar con libros por la vida tienen personas a cargo que son antes que cualquier otra cosa lectores. Gente rara que conoce historias y sabe contarlas y leerlas, gente que no funciona con consignas, que pide mucho... Si los papás acompañan, se involucran, compran un libro que los chicos quieren tener y van inaugurando sus propias escenas de lectura, armando un estante de biblioteca, la elección se va a parecer, como decía Borges, a la felicidad” (Ana García Guerrero)
Memorias en proa: una travesía con cuarenta autores a bordo
Los autores son: Baltazar Alderete, Cristiano Bolano, Violeta Chaile Holmquist, Azul Domínguez Argañaraz, Naima Frías, Bautista Garmendia, Santiago Garmendia, Leandro Jiménez Saientz, Teresa Gómez, Milena Ledesma Quinteros, Aitor Lorente, Francisco Lorente, Zoe Pina Sosa, Ignacio Sosa Romero, Lisa Villalonga, Sada Abate Rospide, Agustín Bo, Naira Castro, Luciana Ceridono, Lucio Cisneros, Delfina de la Vega Escudé, Matilda Debes, Eugenio Dos Santos, Julia Figueroa Borigen, Joaquín Flores, Juana Ganem, Martina Grignola, Sandino Jiménez Mones, Lucía Juárez Rodríguez, Sofía Márquez Sánchez, Tiziana Medina, Dulcinea Quiroga, Adrián Rivera, Milena Roibón, Felicitas Rotta di Caro, Mora Toscano Caldelari, Noé Toscano Caldelari y Candela Villalonga.